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lunes, 20 de febrero de 2023


Rebeldía, canta,

desde el espacio

que le ganó al sino.


Canta,

y su voz quebradiza

se ensombrece de romance

hasta conmover 

la fiera que soy.


De todos mis días,

no recordaré

ninguno de estos;

sino, aquel momento que,

fortuitamente,

nos juntó.


No recordaré este día 

sin sol;

de agobiante calor.

El olor de las plantas sumisas,

exudando petricor.

No recordaré quien soy,

quién hube de ser

hasta que el verano acabe;

y acaben conmigo

mis sueños;

desteñidos, también, 

de ilusión.


Sentimentalismo

denso,

cuando vemos a los custodios del orden,

que todos mantenemos hasta enriquecerlos,

extorsionarnos,

apuntarnos con su arma de reglamento.

Jirones

de un atavismo extremo,

cuando la clase que se siente superior,

pugna por esclavizarnos o desaparecernos;

cuando humanos como nosotros,

han olvidado que sentimos, 

también.


Es lo que nos causa

empatía de sus marchas,

ver nuestra minusvalía propia

reflejada en sus voces

gritando ¡FUERA! ¡BASTA!

hasta caer áfona

por tiro artero 

de un bastardo

agazapado 

tras cobarde anonimato.

Renga, entonces, 

la marcha, 

se dispersa sin aquel,

que quedó tendido sobre 

su madero,

con un trozo de sentimiento

igual al nuestro,

atado al cuello.


La marcha canta dialéctica, 

tratando de ser buena.

Enfrentada a asalariados de su misma clase,

canta, 

sofrenando su bestia;

congénita, canta,

y nos encuentra arrodillados,

escondidos,

con los ojos llorosos;

mirando callados,

cómo sucedió todo,

tras un matorral.


Luego, soldadesca

gana para sus preseas de la nada, 

70 muertos inocentes;

y para la emboscada

de nuestro meritorio 

segundo lugar 

en el negocio del mundo; 

soldadesca enmudece,

no va,

apunta hacia otro lado

y busca bravía,

más manifestantes desarmados.


No me gusta Shakira,

pero llevo en andas mis

maldiciones;

en mi pecho, 

su angustiante ahogo.

No me gusta Shakira,

pero entre la reminiscencia 

y la expectativa,

reconozco su naufragio

y la balsa de esperanza

a la que se aferra cuando canta;

esperanza que, 

en la marejada de la vida . . .

es la mía.




3 comentarios:

María dijo...

No sé si tu poema habla de la rabia frente a los déspotas de este mundo que pisotean a todos los que están debajo, sin importarles cuanto dolor y muerte causan o de la rabia por el daño que causan las fuerzas del orden, reprimiendo la manifestación de quienes desesperados salen a la calle a gritar o la de alguien traicionado en su amor o todas a la vez, no lo sé... pero se siente tantísimo dolor en tus letras, tanta impotencia que sea cual sea la rabia que sientes dentro, ojalá que con este increíble poema se te haya disipado.

Hacía siglos que no te leía.
Un placer volver a hacerlo.
Un abrazo DRAC

gla. dijo...

Como siempre, me leer tus poemas
Abrazos

Gustavo Pertierra dijo...

Hola amigo, aqui estamos de vuelta, me alegra saber que estás !!! un abrazote