Ella siempre anunció que se iría.
Con sus manos de pan un día,
quiso desbaratar de mi rostro
la tristeza amarga de no verla;
pero al cerrarse la puerta,
como esa vez,
en mis pupilas
ha comenzado,
profusamente a llover . . .
En los domingos vacíos de horizonte,
traía enojada un periódico,
entre regaños y malas palabras;
lo traía hasta lo alto de mi cama
para que en los clasificados, buscara
cómo salir al mundo a luchar.
Más ahora
¿Cómo será Navidad sin ella?
Ella, que tanto hizo
para traernos en Noche Buena,
siempre algo de comer;
ella que alumbraba con milagros inesperados
nuestras caritas de sombría espera.
Ella,
nuestra causa y referente,
esta Navidad,
no estará. . .
Últimamente
se dedicó a contemplar cómo iban por la vida sus hijos,
y los hijos de sus hijos.
Últimamente
dejaba que el paso redoblado del tiempo
derrochara sus horas sin ella;
hasta que una madrugada de angustia,
se convirtió en recuerdo.
Este onomástico
por primera vez no me ha llamado.
En vano he esperado todo el día
repasando mentalmente
nuestras horas de charla.
En vano he querido acordarme de lo que decía;
sólo recuerdo su risa;
riendo cómplice de mis bromas;
su risa,
que no resplandece, ahora,
en la honda soledad del alma
cuando tengo miedo
y ya comienza a anochecer.
A través de las calles,
siento la asfixiante bruma
que se ha ido
y apesadumbrado,
regreso a los lugares donde debería encontrarla.
Ya no me espera
a ninguna hora
y un mal presagio
barrunta
sordas campanadas
en el corazón . . .
3 comentarios:
Bello.
Melancolía y recuerdos tristes y alegres como deben ser los recuerdos. Hermosos versos.
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