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lunes, 1 de noviembre de 2021

Mi generación



Mi generación,
que abrió los ojos
en medio de la guerra de Vietnam 
y la rebeldía de Casius Clay.

Aquellos días de descubrimiento,
invierno o sol;
de jóvenes colocando flores 
en los cañones de las armas,
con su conmovedora alegría
y su seña inequívoca,
de amor y paz.

Mi generación, 
que creció recordando a los Beatles 
y la presencia buena de Mama Cas; 
que se adhirió al rock en castellano
cuando lo de las Malvinas,
sin abandonar jamás 
a Michael o Elton John.

Que vio estremecida 
el genocidio del World Trade, 
pantomima infame,
para invadir Afganistán
y luego Irak;
destruir a la preciosa Libia,
diseminado en Europa 
la septisemia musulmán.

Mi generación,
que ha llorado impotente
"las primaveras",
y la osadía de un joven hermoso,
que detuvo armado 
con sus bolsas de mercado,
una hilera de tanques,
antes de la masacre 
a la libertad.

Mudos estamos ante
el holocausto de Palestina,
sin entender que son
sacrificios humanos
a atávicos dioses,
que desde antes del hombre
nos gobiernan.
Porque ya lo dijo
la buena nueva:
"los reinos de la tierra 
le han sido dados, todos, 
a Satán".

Mi generación,
hogareña y virtudita,
que la contracultura ha vanalizado,
porque nuestro ideal
no consiguió detener las guerras, 
la usura,
ni la mentira que nos informan
día a día,
como si fuera verdad.

Somos un experimento
de una raza que desdeña
nuestros conceptos de bien y de mal;
sólo explicable con la dialéctica,
donde triunfa la selección natural:
el más fuerte
ataca Siria o Yemen,
por expandir su influencia
y transportar a otras lindes, 
recursos naturales ajenos
petróleo y gas.

Sentenciados vamos
a ser desaparecidos
o diezmados,
con ideologías trastornadas, 
con virus y vacunas,
cual otro diluvio universal.

En la revolución de las comunicaciones,
ya no son necesarias las armas
pues los pueblos de la tierra
aman la paz;
se les cayó la careta,
y la verdad nos empuja
a enfrentar nuestra palabra
contra fuerzas armadas
que gobiernos ceban,
no para defendernos, 
sino, para que nos callen
con legislaciones, tortura y muerte,
y que todas nuestras voces
no alcancen para liberar a Assange.

Hemos sido puestos
con nuestros libros y música,
en un archivo del mundo virtual;
porque las redes
imponen otro tipo de goce y de protesta,
porque la contracultura,
ejerce la sinapsis
desde sus celulares;
y tienden a cambiar el sistema
que no pudimos nosotros,
y que gobernó hasta ahora
nuestro planeta.

Porque si hay algo 
que no muere con la descarga de metralla, 
es el anhelo en el alma
de compartirlo todo,
la dicha del amor,
tu amor, mi amor,
y la convivencia en paz.


2 comentarios:

Mª Carmen dijo...

Me encantó leerte. Me veo reflejada en esa generación. Saludos.

Gaia dijo...

Totalmente. Y la pena es que la generación de nuestros hijos volverá a vivir tales desdichas, diferentes guerras, diferentes luchas...pero al fin y al cabo las mismas de transfondo. Gas, petróleo...y lo que será el recurso más preciado dentro de unos años: el agua dulce. Los humanos somos nuestro propio parásito.
Un fuerte abrazo.