Acaso si me ven deambular
por aquellos pasillos,
no sea que esté muerto;
sino . . . mi recuerdo perenne,
tratando de rememorar el tiempo.
Tocar el pasamanos . . .
subir la alfombra roja de la escalinata,
mirar la mezanine . . .
y adentrarme al ascensor
a acariciar el espejo sin nosotros.
No, no es que estoy muerto;
pero un hálito en mi
respira dificultad profunda
de agónica tragedia.
Oiré con atención
los murmullos que omitieron nuestros besos,
nuestros cientos de abrazos celebrando la vida.
Me acercaré a los huéspedes
a alarmarlos por los hombros;
y de angustia lleno,
indagaré en la ceguera de sus ojos,
un dulce réquiem por nosotros.
Saldré a la avenida
a llenar mi saudade de su aire ancho y claro.
¡Serán los mismos viejos árboles . . .!
Voltearé buscándote alrededor,
correré a la catarata,
a confundir sus chispitas de alegría
con estas otras de desesperanza.
En lo alto del celeste,
vendaval, vértigo y vahído;
nubarrones girarán sobre el divino olvido
y el no, contumaz,
de contrariadas palmeras.
Perseguido atisbaré a lo lejos,
para ver si nos veo viniendo;
¡No, no es que estoy muerto!
pero tal vez el alma
ya no quiera la prisión de su cuerpo . . .!
Sé que vendrás,
un barrunto aciago me lo dice;
aunque sea en lo fatal de este sueño,
que nos deje dormidos para siempre
en unción de eternidad y anhelo.
4 comentarios:
Enormemente hermoso, Drac, la de tiempo...
Un abrazo
Hermoso, con su halo de fatalidad, y el castigo del recuerdo contumaz
Un abrazo
Precioso.
Tenía ganas de leerte de nuevo. Un beso enorme.
Puro deleteite son siempre tus versos
me alegra tu vuelta
Un abrazo
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