De aquel junio de amor
hemos pasado de largo
hasta el nuevo año;
mi brazo se quedó fuerte,
esperándote.
No sé porqué te fuiste
cerrando todas las puertas.
Debe ser que habemos seres
monstruosos
inaceptables para alguna relación.
Veo tu foto,
y un arrebol me omnubila;
parecería que hay algo que existe
entre tú y yo,
algo que sólo sabe el cielo
y su silencio azul.
La simiente de mi amor
está dispuesta,
miro la albura de tus piernas;
tu mirada melancólica
que quizás yo pudiera
trastocar en sonrisas,
con la narcosis de este amor.
Antes de que la noche
tienda su velo engarzado de besos,
tal vez yo pudiera
susurrarte al oído
lo mucho que te espero,
y hacerme a la vida contigo,
en la nocturnidad:
murmullo de hojas
y titilar de grillos,
violines y rosas,
miradas iluminadas
por esa locura prometida
que arde en el alma
cuando, el amor,
comienza a alborar.
Antes de que Israel
destroce nuestro idilio
lanzando racimos de niños
quemados y muertos por los aires;
antes, que los gritos de la carne desgarrada trasmañane el amor
llorando irremediablemente
ante cada uno de los amados interfectos;
antes de que el genocida atroz
mienta de nuevo
ante sus palurdos y cobardes
SIRVIENTES de latrocinio;
podemos mirarnos desde nuestras soledades,
solo para saber que estuvimos
a punto,
pero preferimos volcar nuestras vidas
a que oiga el mundo
el sangriento clamor de Palestina.
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