Hasta hace tan sólo
unos meses,
podía sentir en el nocturno,
tremolar en el azul,
esa emoción
que hace a las luces reír
en el alma,
destellar risueñas en mis pupilas,
cual si se rieran de mí
y conmigo,
de la tonta timidez.
Llegar hasta a ti
sólo para
contemplarte en silencio,
mientras el océano de tu amor
rompe en el corazón
olas de esmeralda y cristal
por rodar magnificas
hacia la playa del alma,
en un concierto de celestes
y espumas efervescentes,
verte cabalgar entre ellas. . .
¡eso es felicidad!.
Bajo una quimera,
me recreaba imaginando tu horizonte aquí;
las gaviotas deteniéndose
en la atmósfera
y hacia un costado,
el muelle mordiendo,
con el filo de sus peñas,
el tonsurado y sensual
lomo de las olas.
Querría montarme en un equino
que me lleve
justo al medio de la noche,
bajo la luz encantada de la luna
para que tú y tu corazón
en el hechizo nocturno,
sean el retrato perfecto
de lo que el ser humano
aspira a ser
amor, bondad,
sensible y tierna
musicalidad.
El viento corre
y estremece las pencas
en algún lugar de Lima;
¡Oh, tu alma es ahora
con el paisaje, Elena!,
brotan lágrimas de tus inocentes "bestias",
inconsolables,
indefensas;
el amado Igor,
desgañita dolorosamente
su soberbio engreimiento;
porque antes, sabíamos
que en cualquier momento
nuestra relación podía terminar;
pero ahora que te has ido
tan pronto,
el adiós que debimos darnos
jamás podrá llegar.
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