¿Será este invierno
gélido y de terrible olvido?
Algunos canes en la calle
se hacen ovillo
en las puertas
de sus hogares cerrados,
temblando de frío.
Adentro de las casas,
la flama cálida del amor,
asoma por las ventanas
radiando bienestar
a las familias;
mientras afuera llueve,
llueve intensamente,
sobre la ciudad.
Lejos de ti,
pienso con amargura,
"tendrá a otros,
llenándola de halagos;
y ya no, mis ojos fascinados,
contemplándola con infinito amor."
Sin embargo,
¡Qué bueno es tener
esta placentera alegría
de sentirse enamorado!
qué reconfortante
esta pequeña flama
agitándose y brillando dichosa,
dentro del alma,
Todas las posibilidades
pueden estarse derrumbando;
pero, no hay temor
a lo que pase;
pues, una alegre esperanza
susurra al oído
que confíe, que espere;
así, el ensueño,
nunca llegue a realizarse.
Mi mundo se parece
a ése precioso acuario,
que construyeron
para un triste experimento.
El agua,
diáfana y clara,
corría entre los corales;
y las plantas acuáticas,
danzaban lentas
movidas por las corrientes artificiales
de agua.
Cada día llegaban a dejar alimento,
al pequeño pez,
que vivía en aquel hermoso lugar.
En esa prisión,
que él sentía su hogar,
era feliz,
sin conciencia del tiempo
y sin más necesidad,
que sólo vivir y curiosear.
La mañana del experimento,
colocaron un cristal
entre el pez y su alimento.
Urgido
por el hambre
trató cientos de veces
de alcanzar el sustento;
más, siempre
terminaba estrellándose
contra el invisible cristal.
Hasta, que una tarde, resignado,
decidió no intentarlo más.
En vano, luego,
los hombres de ciencia,
quitaron el vidrio.
El pececito,
miraba la comida inalcanzable
al otro extremo del acuario,
sin atreverse siquiera,
a acercarse donde,
tantas veces,
se había golpeado
y suponía,
continuaban, aún,
el durísimo cristal.
A los días,
una fría mañana,
lo encontraron
flotando en el estanque,
muerto de inanición.
El acuario seguía bello,
los corales destellaban
sus vivos colores en el agua,
las pequeñas plantas
se movían al vaivén
de invisibles ramblas;
pero el pez, ya no estaba
aportando a esa armonía,
su inocente felicidad.
Hoy, hace un frío terrible,
y, seguramente,
esté lloviendo y goteando
en los techos de los pobres;
pero, gracias a ti,
hay una flama ardiendo
como cálido sol dentro del alma
y será primavera, siempre,
bajo los celestes cielos
del corazón.
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