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sábado, 26 de agosto de 2023

Mísero



A lo largo del camino,
cuando veo
todo lo que falta aún
para llegar (donde no estás)
se me hace inacabable 
la distancia;
como si la vida fuese
demasiado larga
para seguir viviéndola
sin ti.

¿Por qué siento esto,
conociéndote tan poco?
Es como si ya 
te hubiese perdido antes,
en miles de otras vidas,
infinitamente;
es un dolor y una angustia
que conozco bastante bien,
quizás, hasta la muerte.

El corazón es un ecce homo
y aunque, no lo sabes,
algo me dice que sientes
el filoso cuchillo
que me hace trizas el alma.

La otra tarde,
el sol cercenaba la ciudad
en una masacre de sombras
regadas por doquier.
El viento soplaba con alegría, 
por disimular lo que todos sabían;
algunas aves inocentes,
escondidas entre las frondas
derramaban sus preciosos trinos y gorjeos;
pero, cuando amaneció otra vez,
desperté a esta vida vacía,
sin ti . . .

Esta tarde llueve,
llueve desesperadamente;
mis horas se ahogan de espera,
de frío y de niebla;
llueve, dolorosamente,
como si no me necesitaras,
y una desilución muy grande 
se ha atravesado en mi pecho
dejándome ciego y sin alma.

Un domingo sentí
que había entre nosotros
una linda complicidad 
de saber, que, 
con una sonrisa en la mirada, 
podíamos detener
cualquier hemorragia del alma;
saber que cualquier vicisitud
no nos encontraría solos,
sino que seríamos dos sonrisas, 
contra el mundo o la desgracia.

Pero de la noche a la mañana
me convertiste en un fantasma;
y mi espera se fue a anidar
en medio de las soledades del alba;
como aquel lucero trasnochado, 
que grita con su luz muda,
a miles de kilómetros de distancia,
que te ama;
más, se harán añicos
sus idilios con el
amanecer cada mañana.

A lo mejor,
soy sólo la sombra de un insulto,
y deambulo por el mundo
enloquecido de tristeza
buscando hasta en la basura
migas de ternura o amor;
quizá solo soy un ánima
buscando lo que no encontró en vida;
quizá solo sea un muerto
que aún no sabe que lo está.





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