La noche,
con su pedrería de gala
traza cientos de regresos
a casa.
Un séquito
de topacios gualdas
anteceden, en lo oscuro,
una esmeralda redonda
que desata en el pecho
todas las ansias.
Rubíes al rojo vivo
iluminan mi cara
cuando te recuerdo;
cuando me duelo de ti hondamente,
con un dolor ausente,
mientras
todo el tráfico de la ciudad
se detiene.
La musa
atraviesa la ciudad
en bus o en bicicleta,
regresa a casa;
en un mar de viento
y horizontes caóticos de urbe,
sin mí.
Su mirada de alma buena,
está vacía de mí;
su alegre rebeldía
y sus manos largas,
siempre frías,
huelgan de caricias sobre mí.
Tuve que convertirme en noche,
para verla a todas horas,
tras el cristal del bus que la transporta,
tras la vívida atención
de las personas
que la ven pasar como saeta.
Hube de ser oscuridad azul,
para memorizar sus afanes
y contemplar su olvido
para los que
no tenemos dónde regresar.
Repasar sus cosas,
es ir deshojando
sonrisas tristes sobre instantáneas;
es ver con serendipia
ilusiones
que nunca dejaron el éter;
jugar a ser Dios
mirando el ayer
y decir,
cuál si fuera un vaticinio,
"no puede ser"
3 comentarios:
Es realmente una serendipia haberte encontrado. Hermosa tu poesía, a veces nos posa que la musa fue una noche a divertirse con otros y se olvidó de regresar. No es tu caso, la viste y la sentiste. Saludos
Corrección: quise poner "a veces nos pasa" donde dice posa fue que la musa se posó en tus dedos. jajaja...
Las musas siempre retornan pero, como decía Picasso, han de encontrarte trabajando. Saludos de paz y armonía, de pensamientos creativos y de fecundas ganas de convertirla a tu musa en una realidad.
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