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martes, 6 de agosto de 2019

De Dios y Lucifer

El amor es una fuerza destructora 
que ansía devorarse todo . . .

¡Quién hubiera dicho
que el amor más hermoso,
también debe ser atado con 7 frenos;
y amordazado,
cuando empieza a crecer . . .!

¡Quién hubiera dicho
que el "muero porque no muero"
es la trama de ambos,
de Dios y Lucifer . . .!

Detener a la hacedora de bien  
en el claustro;
y al germen con su carga de vida,
a que ejecute su tortura divina,
¡hasta enloquecer . . .!

Érase una vez el sol,
sobre nuestra faz, 
(¡la primera vez . . !)
Horizontes alrededor . . .
el color de las hojas naciendo de las ramas,
filtrando en su tumulto de jades y topacios,
brisas de libertad y anécdotas gratas.

Profundos, los pasos, pulsan en la tierra,
cuando acercan al momento acariciado.
A través de caminos olvidados
y umbrales de luz, 
llegamos a ser nosotros,
tras transitar
un laberinto de sentimientos rotos.

La flama en nuestro pecho,
lo inflama todo;
con mágicas llamas,
seductoras acarician las cosas
con sus  lenguas de fuego
Son bellas cuando no asen, en su magma,
el alma magnéticamente embelesada.

¡Son tan hermosos los frutos 
de la lucha, por la vida, desatada  . . .!
que con ígneos colores
se acercan para emular a Dios.
Y su hermosura responde, cual nosotros, 
directamente al hambre de ser devorados.
Por unos minutos de dicha,
toda una vida de seducción.

Tal es la mecánica de vivir,
ser fruto apetitoso, de belleza lustrosa;
para ser comidos o para comer;
somos el ùnico animal que se esconde 
para dejar sus excretas
y tambièn para copular y/o querer.

Detengámonos en las lindes;
que el fuego es hermoso 
pero de irresistible dolor.
Al borde del precipicio, 
¡jamás te pares!
tiene un hechizo
que terminará por empujarte.
Y el abismo, no es una palabra
¡eres tú, soy yo!¡locos de amor!
fortuitamente juntos,
pero infinitamente separados,
jurándonos lo que no puede ser . . .!

No prometas nada
que sólo espero morir
corriendo desesperado,
los caminos solitarios
de esta núbil enfermedad;
esta enfermedad que antes de la muerte,
nos pinta una sonrisa de felicidad.

Porque en el macabro juego
de los que aman con la fuerza
de la creación;
somos luciérnagas suicidándose alucinadas
en la hoguera del amor.

No prometas nada,
que almanaque triste
de lo felices que fuimos,
troca en horror;
la escena se convierte en monstruo,
las alas de Ícaro, desaparecen,
y solo queda de nosotros, lo peor:
la infernal esencia del amor.

Corrimos esa noche oscura,
corrimos por senderos mentales, ignotos.
Tratando de correr juntos, ¡corrimos!
hasta que no supimos más de nosotros.

La locura de despertar
lejos de todo;
tu sonrisa como un cielo
que no existe más.
La plena demencia de no oír tu voz
y tus manos vacan en mi piel,
en esta nostalgia por hender tus vísceras,
y beber nuevamente, tu aliento de mujer.

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