La fresca brisa fría de las mañanas claras,
nos sorprendían haciendo
tareas escolares.
Nuestras primeras grafías
se iban azules
por reglones de cuadernos olorosos,
descubriendo la vida con luz,
¡a raudales . . .!
Limpia estaba nuestra historia
y límpidas nuestras pupilas húmedas
destellantes de juventud.
¡La vida era tanta . . .!
que pasaban desapercibidas
las instancias de lo fatal.
Nacimos en medio la guerra fría,
entre patrióticos movimientos
y el acoso perverso
de los matarifes del tío Sam.
No sabíamos que la URSS y los gringos
sólo querían repartirse el mundo
y nuestras riquezas;
aplastándonos como parásitos
a los que hay que exterminar.
Un 11 de setiembre
de bombardeo y balacera infernal,
se abrieron las alamedas
para que pase Allende y la esperanza;
libre, bueno,
hacia la inmortalidad.
Otro 11 de setiembre, negro,
los hijos de Baal,
urdieron un genocidio, en su propio suelo;
ocultando el magnicidio,
por escupir nuestras banderas
y salir, con esa excusa,
a otros lares del mundo,
¡a matar . . .!
Destruyeron las torres gemelas,
aquellas que, en cinemascope,
el pobre King Kon, enamorado,
llegó a escalar . . .
¡Cobardes, inmisericordes!
Sus propios ciudadanos
se arrojaban al precipicio aterrados,
¡ciento veinte pisos!
por no morir quemados
con las nano termitas que derretían
¡hasta el concreto y el acero forjados . . .!
¡Ay, de los humanos presos
en el autoatentado fatal!
¡Ay, de sus gritos y sus lanzarse al vacío
silueta y grito cayendo por el pánico
a más de cien pisos de profundidad . . .!
El ave de aluminio
no se partió; sino que,
atravesó como un ánima
seis metros de acero y concreto.
No se trozó; sino que,
dejó un orificio circular, casi perfecto.
De inmediato la ejecución del decreto,
ése que en Mahattan, no habían podido lograr.
Y luego, ir a Asia y Medio Oriente, ¡a matar . . .!
¿Qué raza maldita es esta,
que por sólo riquezas
asesina sin piedad conciudadanos,
por inventar calumnias
con qué extorsionar, asesinar y robar?
En agonía,
¿se angustiarán por los gritos de terror?
¿les caerá en el alma
el dolor de las miradas inocentes masacradas?
¿oirán los gritos que al llegar al pavimento
se quedaron,
vertiginosamente,
desfiguradamente,
sin voz . . .?
O sigo engañado pensando
que, en el último momento,
se arrepentirán de su maldad
y pedirán perdón. . .?
Cuando mueran,
¿habrá sentencia para ellos?
O es que este mundo es el infierno
y nosotros los corderos
de sus hórridos sacrificios
a su sistema perverso de iniquidad. . .?
Correré como un loco
llamando por el hombro a todos los hombres;
correré demencial
vociferando sus abominables acciones;
anunciaré a nuestras tierras
la llegada de la bestia,
sus bastardas triquiñuelas;
hasta que todas las naciones del mundo
le hagamos frente con nuestra ingenua ,
pero digna certeza,
de un mundo justo , de amor
y de paz.
1 comentario:
A los gigantes los hace estúpidos la ambición.
Por ella caen al infierno que forjaron para otros.
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