En la bóveda celeste
en que la vida se sobrepone a la muerte;
mi dicha será tu ilusión
cada recuerdo que dejamos
en Buenos Aires,
cada cosa que sellamos
con un beso en el adiós.
Tu tristeza infinita al abordar
el avión,
regresando a una cárcel
que llamaremos casa…
sólo para soportar el dolor.
No tengas pena,
que el péndulo que oscila en el alma
entre la distancia y la ilusión,
sea lo que nos mantenga vivos,
hasta que volvamos a vernos, amor.
Nunca abrazarás la angustia
que paso aquí, lejos de ti;
nunca consolaré tus penas
cuando nadie te quiera oír.
Aguardando las promesas
que nos dio la vida,
una mañana descubriremos en el espejo
al otro, que ya no somos nosotros;
en cuyo mirar hondo
radian un puñado de lirios muertos.
Exentos de dolor,
amén de tanto esperar,
se trazan los rasgos
de una persona fiera, fuerte;
un superviviente del destino,
que ya no se conmueve.
Marchando al borde del camino
llegaremos donde ya no existe el miedo,
porque cuando ya no hay más camino
nos forjamos uno martirizando hasta la muerte
cada uno de nuestros bellos sueños.
El día esplende,
otra navidad se avecina
como un calco que natura
tiende a repetir;
la tarde soleada de brisa fresca
ya no nos trae la alegría
de descubrir la vida nueva
sino la triste niebla de los recuerdos;
porque en la sonrisa cansina sabemos
que esas alegrías y dichas
nos costaron tiempo, esperanzas;
la vida misma que frente al espejo
vemos con horror
que ya no nos alcanza.
No tengas pena,
que el péndulo que oscila en el alma
entre la distancia y la ilusión
sea lo que nos mantenga vivos;
hasta que, algún día,
volvamos a vernos… amor…!
en que la vida se sobrepone a la muerte;
mi dicha será tu ilusión
cada recuerdo que dejamos
en Buenos Aires,
cada cosa que sellamos
con un beso en el adiós.
Tu tristeza infinita al abordar
el avión,
regresando a una cárcel
que llamaremos casa…
sólo para soportar el dolor.
No tengas pena,
que el péndulo que oscila en el alma
entre la distancia y la ilusión,
sea lo que nos mantenga vivos,
hasta que volvamos a vernos, amor.
Nunca abrazarás la angustia
que paso aquí, lejos de ti;
nunca consolaré tus penas
cuando nadie te quiera oír.
Aguardando las promesas
que nos dio la vida,
una mañana descubriremos en el espejo
al otro, que ya no somos nosotros;
en cuyo mirar hondo
radian un puñado de lirios muertos.
Exentos de dolor,
amén de tanto esperar,
se trazan los rasgos
de una persona fiera, fuerte;
un superviviente del destino,
que ya no se conmueve.
Marchando al borde del camino
llegaremos donde ya no existe el miedo,
porque cuando ya no hay más camino
nos forjamos uno martirizando hasta la muerte
cada uno de nuestros bellos sueños.
El día esplende,
otra navidad se avecina
como un calco que natura
tiende a repetir;
la tarde soleada de brisa fresca
ya no nos trae la alegría
de descubrir la vida nueva
sino la triste niebla de los recuerdos;
porque en la sonrisa cansina sabemos
que esas alegrías y dichas
nos costaron tiempo, esperanzas;
la vida misma que frente al espejo
vemos con horror
que ya no nos alcanza.
No tengas pena,
que el péndulo que oscila en el alma
entre la distancia y la ilusión
sea lo que nos mantenga vivos;
hasta que, algún día,
volvamos a vernos… amor…!
3 comentarios:
hola drac hace tiempo que no sabia de ti y hoy he visto tu publicacion es un poema realista es una oda a la separación y al sufrimiento yo quisiera para este mundo paz y verdad como tus letras llevan buen dia amigo drac besitosssssss
Un poema hermoso y en el que vi reflejado un tiempo y un lugar. Sabes, lo malo de despedirse y no volverse a ver es que el recuerdo no envejece; por un lado no se desgasta con la rutina y duele toda la vida, pero yo quiero quedarme con que lo vivido ya nadie nos lo quita y al final es lo que importa. Con el tiempo, creo que no sería una asignatura pendiente porque ya no seríamos los mismos.
Un abrazo afectuoso.
Hermoso tu poema Drac, que hoy he sentido muy especialmente quizás porque estoy un poco melancólica, vulnerable a cierto sentimientos.
Abrazos
REM
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