Fue grato sentirte como eras siempre:
echándome los brazos al cuello
y devolviéndome con besos
la idolatría del corazón perenne.
Tal pareció que nada había pasado.
Como cuando recuerdos felices
nos envuelven, al entrar o salir
del camposanto.
Al abrir los ojos…
la penumbra del cuarto.
Y al caminar hacia el baño…
la mañana acechando
con su claridad y su aire helado.
Los sonidos de la vajilla,
al prepararme un café,
se van alarmados
por toda la casa;
por un océano de soledad
donde nadie más existe;
sólo mi cuchara y yo…
y este frío café
girando en la taza.
Rodeado de ayeres
y cosas que no entiendo,
extraño la alegre luz de tu sonrisa
iluminando cada estancia
del lar pequeño que nunca frecuentaste.
Hay una tristeza dulce que me acompaña.
Una tristeza que tiene, en éste invierno,
su odre viejo donde fermentar.
Asomado a la ventana
envidio la alegría del can
acariciado por sus amos,
envidio al niño corriendo
hacia maternales brazos;
y la flor que es olida con fervor
por la muchacha que calla
ante el mirar fijo de su enamorado.
Envidio la mirada que, aquél,
posa en los ojos de su amor;
y que ella devuelve rielante,
trémula de emoción…!
Extraño tus manos tibias
y los besos que invitabas,
sin un por qué,
al anhelante corazón.
Al primer sorbo de café,
inadvertidamente,
mi cuchara cae;
y su tintinear repentino
se va alborotado
a todos los rincones de la casa
para volver y encontrarme solo;
solo, con mi café,
amargo y frío,
girando demencial en la taza…
- Mi amor,
¿verdad que todo va a estar bien...? -
1 comentario:
Belleza sutil. Siempre el amor y tus manos en el jardín de sueños.
Me enamoras con tus versos
Besos
Amalia
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