Parece que lo conseguimos

En una cama tendida

escucha a su hija rezongar

llamándola vieja, fracasada,

que no puede por su edad

volverse a enamorar.



Pero ella no siente dolor

en el latiguear de esas palabras.

Está muy débil para dolerse,

muy triste para contestar.



En su mente,

más allá de toda realidad

se traza un horizonte urbano:

Buenos Aires

a las cinco de la tarde

desembarcando de un remisse…





Ella se ve allí con su amado

con un bolso en la mano

y a cuestas

un equipaje;

sonriendo completamente…

intensamente…

feliz…!





Hacia la comisura

de su mirar

se fugan del alma

transidas de dolor

desesperanzadas lágrimas;

corren cual rocío a buscar sueños

en las gorgas aún tibias

de la almohada.



Está tan débil

que no puede moverse;

pero su corazón

paladea besos,

y agita de pasión su pecho

al recordar aquel lecho

donde entregara a su amado

tantas veces su amor.



Su alma recorre otra vez, junto a él,

la avenida de Mayo

buscando la entrada de mármol

de la argentina hotel.



Ella no se ha dado cuenta

pero todos la están observando;

no le importa,

este último suspiro lo dará

delante de todos

besando imaginariamente,

apasionadamente a su amor…!



Al otro lado

sobre un lugar en que

hubo un suicidio,

alguien deja caer inadvertido

claveles deshojados;

mientras ella,

en un acto circunflejo,

abre los ojos extremadamente

buscando más allá de la muerte

el amor que la vida le prometió.



Él a ella,

ya juntos,

le dice sonriente lleno de fruición

“¡parece que lo conseguimos!”

y, al tomarle las manos,

ella contesta rotundamente:

“¡sí, mi amor…!”