Mientras lava la vajilla
una sombra de recuerdos
se desliza
y ceniza sus cabellos.
El agua fría
se escurre incontenible
con brillante alegría
entre sus dedos,
cual la fúlgida felicidad
de aquellos días . . .
En el silencio umbrio
pueden oírse, aún,
lejanas risas
mientras en el lavabo
el agua despavorida se precipita
y huye,
hacia un lejano
"como éramos".
¡Volver a ser joven . . .!
y mirar con una sonrisa extasiada,
otra vez, los cielos azules,
el aire fresco llenando los pulmones,
y sentir la vida,
apacible y lenta
pasar multicolor con nosotros;
cuando solíamos regalarnos sonrisas,
el uno para el otro,
así,
como éramos.
En el fondo de la memoria
hay instantáneas de aquellos días.
Acuarelas esplendentes
dónde el mundo empezaba
y terminaba
en un abrazo,
en un beso;
donde las sonrisas se reflejaban
en nuestras pupilas
al descubrir la vida.
El sol dorando las verdes hojas;
y tras las frondas,
tus ojos asestándome el alma
de dulce y doloroso,
infinito amor.
¿Qué pasaría si en un arranque de valentía
te tomara por la cintura
y besándote,
buscara en tus pupilas
esa luz que aún no se extingue?;
esa que eres tú,
tú misma alejándote del mundo
como, al atardecer,
el sol se aleja de la existencia.
Armarme de valentía
y acariciándote,
encendiendo de ardientes llamaradas
las arenas olvidadas de tus playas;
¡volver a ser joven!
un loco apasionado,
corriendo por la vida,
como éramos,
aquellos días . . .!
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