Creo que ayer te ví.
Venías corriendo
por la cuesta de un sueño
sonriendo de ilusión,
convertida en hada;
traías la cálida ternura
de un amanecer
en la mirada.
Un magnetismo raro
me hizo voltear a verte;
y sentir en el alma
esa mágica atracción
que tienen los abismos
para los ojos absortos
de los suicidas.
¿Qué tendrás
que, aunque esté distraído,
siempre logro presentirte
y quedarme pensando en ti,
por días?
Con la esperanza apagada
volví al lugar
donde conocí la ilusión,
la alegria de vivir.
Andando en la rutina
marchaba por do siempre,
y de pronto,
un nuevo sol
alumbró mi respiración.
¡Corrías . . .!
y aunque a la distancia,
no pude ver bien,
el corazón me decía
en cada latir
que esa adorable forma de correr
impregnada de "quizás mañana",
era de la adorada
causa de mi querer.
Los meses ciegos,
sin verte,
rodaron al olvido
sin ningún valor;
se reseteó la vida
bajo un cielo perfecto;
y al reflejarte en mis pupilas
tu imagen se tatuó en el alma,
cual una promesa
que no se ha de cumplir.
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