Las estrellas del cielo
brillan intensamente sobre mí.
Eso sucede cuando,
enamorado,
he decidido
irte a ver.
Como si el universo entero
me alentara,
corren las brisas alegres
en la noche,
susurrándome,
lindas frases de amor para ti;
y, aunque, ya nos hemos ido
del amado lugar,
en el corazón,
se quedaron palpitando
las dulces cosas que no dijimos,
por quedarnos en el
silencio emotivo
que envuelve, siempre,
a los que estamos enamorados.
Es Halloween
y en las calles melifluan
lindas algarabías y charlas
de niños y sus madres
que, en grupos
de personajes macabros,
disfrazados con candor, van;
recibiendo por ello, en cada puerta,
dulces, sonrisas, caramelos
y el tierno instante, para el recuerdo,
de haber sido pequeños, alguna vez.
Sonrió tu boca al verme llegar
con tus labios delineados de carmín;
se quedó tu mano extendida
esperando mi caricia (tal vez);
mientras en mis pupilas,
ardía el alma, de anhelos,
mirando en ti
todo lo que siempre
ha alimentado mi fe.
¡Ah, tomar tu mano
y girarte,
hasta que tu boca
quede frente a mí!
No esperar nada
y hundirme en tu lengua
abrazándote desesperado,
para contarte con besos
la ígnea llamarada de pasión
que me incendia
por hacer nuestro
todo el tiempo de vida
que nos resta . . . !
La estancia, llena de luz,
se quedó vacía;
sin ti y sin mi.
Pero nuestros recuerdos
cual actores secretos,
se quedaron haciendo
lo que no hicimos:
sonrientes travesuras
de besos y abrazos
hasta que, en el cielo,
las indiscretas estrellas
se desvanecieron,
cerrando nuestro idílico encuentro,
con los matinales,
primeros rayos de sol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario