Los magnates han ordenado
no ver más gente feliz.
Los únicos felices
sólo pueden ser ellos;
ricos, opulentos
imprimiendo tanto dinero,
como para hacer realidad
todos los sueños del mundo entero.
Por todos lados
hay personas portando y esperando amor,
pero yo recuerdo
esperas convertidas
en años;
miríadas de días sin amor.
Me han traído, de no sé dónde,
a un vergel de humanos,
de zumo y mostos agradables,
sonrisas luminosas
que ahora cubren con tapabocas,
y vívidas miradas,
que buscan con ansia lo prometido:
una vida mejor.
Deambulo por las calles
y por el mundo virtual;
y veo amor desperdiciándose
en gente despreciable
o echándose a la infertilidad.
Hermosos gestos y actitudes,
pero ninguna
que los lleve a despertar.
Un pueblo indiferente
marcha por las calles
sin jamás voltear;
sin jamás advertir
el fantasma que se esparce
ante nuestros ojos,
ávido de sembrar muerte,
miedo, infelicidad.
(Si hay alguien
a quién darle largas,
que sea a mí;
si hay alguien a quién trasmañanar,
que sea a mí;
si hay alguien a quién omitir u olvidar
que sea a mí.)
El dulce zumo
que lentamente destilas
en tu mayor soledad;
la dulce miel
sin destinatario,
que mana cuando amanece el deseo
en el alba sola,
ésa,
la que se va a desperdiciar
ésa, dámela a mí.
De mi propia entrega valiosa
nace mi veste de exclusión,
en mi propio verbo
tengo la frase verdadera
que me aparta
de sus mundos.
Lo que no puedes hacer,
es precisamente
dejar de ser halagüeño,
dejar de ser mendaz;
porque el mundo
es un universo de engaños
en donde triunfa
quien miente diciendo
que es verdad.
Aquí estamos, confinados,
para ver si extendemos la pobreza y el contagio;
y en los rumbos,
nos vigilan, nos multan, nos arrestan
para mantenernos alejados
unos de otros,
y no encontremos por inercia
la unión, la duda, la desobediencia
que destruya
esta dictadura insana
impuesta en todo el planeta.
Ejércitos de humanos
armados y lobotomizados
nos aterrorizan en los televisores,
en los caminos,
al asomarnos a nuestras puertas;
nos encarcelan, nos torturan
y, a su libre albedrío,
nos matan y desaparecen
sin dejar huella;
todo en nombre de "su ley"
de "cuidar nuestra salud"
de este virus que crearon en Wuhan.
Convertidos en un pueblo fantasma
marchamos amordazados
hacia la orden de vacunación mundial.
Pavorosa condena
a enfermedades dolorosas, tristes, crónicas
qué solo buscan . . .
(HAY QUE DECIRLO)
nuestra desaparición total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario