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sábado, 11 de abril de 2020

La plaga


Cuando la pandemia
atacó a la raza humana,
se sorprendieron las calles
con manadas de animales
descubiertas por las tempranas
horas de sol.
Antes,
en peligro de extinción,
pululaban escondidos en
las selvas verdes,
en los pocos bosques,
que las motosierras,
no habían arrasado aún.


Asomados a su geometría de cemento,
los últimos humanos esperaban,
a que pase el virus,
su última "creación",
por desaparecer a otros,
que al pensar diferente,
sentían amenazaban ;
a la propia especie . . .


Aplaudían conmovidos,
las heroicas jornadas
de los médicos,
y buscaban en el ocio
de la cuarentena,
una renta sutil de compasión;
una especie de riqueza
que cobraban en las redes sociales,
cual un símil de "teoría de las cuerdas"
tendidas en el espacio inhabitable,
para no morir de soledad,
como de inanición.


Los negocios estaban listos
(¿cuántos morirían?)


Más, los muertos,
se contaron por millares;
desbordaron las morgues y hospitales,
se arrumaron con asombro en los basurales,
se abandonaron en las calles estupefactas,
se desecharon con frío
en el silencio de los mares.


Venablos de politica y dinero,
se grafiaban afilados
en las Redes Sociales;
como fotones malignos dirigidos
a quienes sentían enemigos,
antes que se hiciera
la oscuridad total.


Con sus últimos instantes,
los humanos,
contribuyeron a abultar
una gran deuda, impagable;
y suplicaban, antes de morir,
periodos de gracia
a un dios impreso, de papel,
custodiado en bóvedas de bancos,
a cuyas pétreas iglesias,
ante la muerte,
los humanos,
habían dejado, impíos, de ir.


La pandemia,
seguía regando cadáveres . . .
En bolsas negras se apilaban,
¡muchos!,
en camiones, empaquetados,
como hórridas encomiendas;
como miserables cosas,
destinadas al silo o
a la fosa común.


Cuando la pandemia
atacó a la plaga de humanos,
estos quedaron tirados,
a media labor,
vacíos de todos sus sueños;
con pañuelos tapando
el desfogue de sus almas,
como pidiendo perdón.


Fueron demasiadas ojivas,
demasiados desastres nucleares;
fueron demasiadas guerras
y autoatentados dolorosos,
como el triste genocidio
del World Trader.


¿Cómo llegamos a pagar tanto,
por vivir en un planeta,
qué nos dá todo gratis?


¿Cómo fue que permitimos
manipular un virus inofensivo,
para que siegue,
nuestra propia existencia
del único y hermoso planeta?


Brilla un sol pálido
en las playas de los océanos . . .


Ya sin la plaga humana;
juguetean los dromedarios
en la espuma dichosa
que rueda hacia la arena,
ante el horizonte azul.
Haciendo alarde de valentía,
un tímido elefante joven
camina airoso,
por la desolada,
principal avenida;
esta vez,
luce tranquila,
toda llena de amor. . . !


3 comentarios:

gla. dijo...

Me encantó tu relato
Cruel y verdadero
Pienso que el planeta estaría mejor sin la raza humana
Sin embargo...¿Quién contaría los hechos mas hermosos?
Abrazos

Merche González dijo...

Conmovedor y real poema...!
Besitos, amigo.

hanna dijo...

Tremenda realidad, un texto muy bueno!! beso