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sábado, 4 de marzo de 2017

Mujeres


No sé por qué siento pena;

ciertamente,

aún teniendo mi corazón atado,

no son parte de mi vida.



Una pasaba navidades

y aniversarios sola.

Reflejada en el espejo

la observaba.

Se vestía

y poníase linda,

para llorar por horas, enteras en vela…

sin que nadie viniera a verla.



El dolor endureció su corazón

y como a su paciente, el doctor,

procura curar sin contagiarse,

la honda tristeza que conoce del dolor.



Otra,

tras miríadas de error

me encontró una noche

apostado en una esquina, 

sin solución.

Yo veía cómo se iba la vida 

soñando embelesado con el fin

de la función. 



Como luces preciosas en el puerto, 

a oscuras, ella sonreía, 

obviando la cruel adversidad 

que la hería. 

Yo aprendí a reír también, 

pero algo me decía 

que, ese sortilegio,

no era de fiar. 



Un día atravesé el continente 

para reclamarle su amor, 

me miró con ojos llenos de ilusión perdida, 

sôlo para decirme adiós. 



Otra, después de haber querido ir 

más aprisa que su tiempo, 

se encontró de pronto 

con los brazos llenos de otra vida; 

y aunque, por fin, 

quisiera darme su corazón, 

esta vez quien no aceptará 

seré yo. 



La felicidad es un momento en el recuerdo;

un momento de dicha eterno, 

pero que, indefectiblemente, 

ya murió.



3 comentarios:

Geraldine, dijo...

encuentros y desencuentros...que vida perra.

Mariposa Azul. dijo...

Recibes lo que mereces, es tu frase, aplica la a vos...

Alondra dijo...

No siempre lo bueno y lo malo llega en el mejor momento, pero es el instante que puede cambiarte y que no se borra fácilmente.
Después de un tiempo invernando en el nido vuelvo a volar poquito a poco.
Un abrazo afectuoso