La dulce rutina de las mañanas,
sean soleadas o nubladas,
son el toque de magia
a una vida que ya acaba…
Nada importa la política
ni la economía mundial
que a tantos pueblos desangra.
Nada el gaseoducto de Siria
con su postrer llegada a Ucrania;
nada la impagable deuda norteamericana
que en la tozudez del mundo se recarga.
Yo salgo cada mañana a trabajar
a perderme en los jardines mentales del amor
que ciberespacio, a despecho del trabajo, regala.
Del escepticismo de imaginar
la felicidad negada,
aquí heme con ansiosa espera
frente a la pantalla de mi Smartphone
aguardando un mensaje, un emoticón;
algo que premie el amor constante
que crece
a miles de kilómetros de distancia;
porque el amor es así
apareciendo inoportunamente
en las situaciones
más inesperadas.
Asesinaron al adalid del ALBA
y con él, el sueño
de una gran patria sudamericana.
Uno a uno los capitanes
fueron saboteados por el lumpen
hasta dejar acéfala la almena,
totalmente abandonada;
yo también abandono mi trinchera
y me hundo en un abrazo de mujer
hallando en la ternura de sus besos
todo el mundo de amor
que el alma necesitaba.
Lo único que preciso
es fe e ilusión
para vivir cada día soñando
despertar a su lado.
Desoigo los rigores de la muerte
que flagela por usura
a decenas de naciones hermanas.
Ya no quiero nada,
solo perderme en el opio de su amor
sin pensar quê sucederá con la humanidad
mañana.
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