Una bulla apenas audible
venía de lejos.
Ríos de gente llenaban las avenidas
y detenían el tránsito y la vida.
Día de sol y hábitos morados.
Algunos en vez de protestar,
han preferido llevar en andas
al "señor de los milagros".
Uniformados que juraron lealtad a la patria,
bien apertrechados,
pisotearon a una pobre mujer
que con sus manos en alto
sostenía una protesta,
no sé lo qué decía el cartel;
sólo ví a la escuadra
pasar por encima de ella
con su botas de asalto
como quien esquiva
pestilente mierda.
Seguían llegando de todos lados
multicolores ciudadanos
a sumarse a la protesta.
Esbirros uniformados
capturaron a un estudiante,
lo golpearon;
y a la indígena señora Donata,
la detuvieron,
sospechando de su piel cobriza,
su pobreza y su roja manta.
En Lima racista,
es sospechoso ser pobre
o venir de provincia
hablando Quechua.
Con banderas y pancartas
llegan en largas marchas,
con altavoces y sonajas
gritando sus arengas
incendiados de sol
hasta el cansancio.
Los depredadores del mundo
los oyen,
también la prensa comparsa;
pero a nadie importa
cuántos mueran,
sólo vienen a llevarse la riqueza.
Si no puedes hacerte burgués,
serás pisoteado o encarcelado
cuando no muerto
por esbirros bien pagados
que juraron,
a la nación, defender.
Allí van orgullosos,
los que, enriquecemos
hasta el boato;
han salido de franco
después de haber atacado
históricamente,
a estudiantes y ciudadanos.
Brillan sus botones al sol,
vánse a disfrutar de sus jugosos sueldos,
de sus coimas y cohechos;
van en modernas camionetas
a sus casotas,
o a exclusivos centros de esparcimiento;
vánse a gozar de la riqueza
que le seguimos dando,
los pobres obligados a mantenerlos
con nuestra miseria
y nuestro sueldo mínimo.