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domingo, 31 de marzo de 2024

Los súbditos de Baal



¿Acaso asistimos
a un filme de horror?
Los niños
se incorporan de los escombros
con la carita
de fosh y chantilly,
pero no ríen,
lloran retorciéndose;
pues, no son las dulces cremas 
de una torta
sino su propia piel
quemada por el fósforo blanco
que lanzó el genocida maldito de Israel.

Cada noche es
una angustia sin fin;
de cuya batalla
claudico en silencio;
cada noche cuando pienso
en el torturado e indefenso Assange,
en el holocausto de Palestina,
cada noche en mis sueños
camino entre niños y muñecos desmembrados,
todos con la mirada fija en el vacío,
todos teñidos de sangre.

Trasladaron Hollywood al gallinero
y vimos cómo,
antes de los teléfonos celulares,
Nixon hablaba desde Washington
a la luna;
y vimos cómo, 
desesperados,
se arrojaban desde el World trade,
seres humanos,
por huir de los dos mil quinientos grados
con que, las nanotermitas,
hicieron polvo todo,
en el terrible autoatentado.

Temblando de pavor
conocimos las torturas de los zetas, 
de la CIA, 
de los sinchis y Videla;
y creímos que entre
Truman y Bocaza,
no habrían diferencias
que Pinochet no alcanzara;
pero, la revolución de las comunicaciones
nos dió a conocer 
al carnicero de niños, 
Netanyahu,
bastardo sucedáneo de Baal.

¡Qué saber
porqué Dios necesita
sacrificar al hijo
para perdonar los pecados!
Y cómo así,
en el ciclo macabro
de comernos unos a otros,
nacimos para morir,
y desaparecer,
dejando nuestro falso reino de opulencias
entre palabras de amor
que ya nadie recuerda.

Cuántas civilizaciones
desaparecidas,
andarán todavía entre nosotros
formando logias 
al rededor de sus genes de serpiente.
¿Serán los mismos,
que crean pandemias, 
carne genética?
¿serán ellos,
los que impulsan
las guerras, las ideologías;
y que financian,
contradiciendo a Marx,
un comunismo de control
y dinero digital?

Así como la hormiga
sólo puede apreciar 
un plano bidimencional, 
asi, nosotros, no podemos
ver al que está en todas las dimensiones;
y, así cómo no nos importa,
las agonías de una hormiga
así, también, el ser supremo,
de nosotros,
no tendrá la más mínima idea.

¿Acaso es un vídeo juego?
El hombre camina solo
por un camino desértico
y es tocado
por furiosos insectos,
proyectiles humeantes
que lo hacen caer, retorcerse,
tambalearse;
y luego, estallado.
Igual, 
un par de amigos,
una familia con hijos.
No es un vídeo juego
son los dueños del dinero
haciendo sacrificios humanos
a su abominable dios del averno.