Cuando la luz solar
descubrió en nuestros rostros
la dicha de ser jóvenes,
y se detuvo a acariciar
ese brillo de ilusión,
que rielaba en nuestras pupilas,
nada hizo presagiar
este momento de desgracia.
En verdad,
ése ayer resplandeciente de sol
y amor,
está ahora mismo
alumbrando desangrarse
los cristales
de nuestros sueños rotos;
y es que, a veces,
no madurar a la par del otro,
nos sume
en la ausencia dolorosa,
el vacío de la sombra.
Hambrientos de ternura
nos arrojamos a la droga del placer,
para no sufrir más tu olvido;
aunque ello,
sólo geste la desgracia triste del adiós.
Es el aquí y ahora
frente al acecho de la muerte;
un abrir los ojos al mundo
en total orfandad;
y enrumbar, ciego,
hacia cualquier despeñadero.
Hubiera sido mejor
morir,
a vivir
está parálisis de abrazos,
esta sequía de besos,
hubiera sido mejor
saltar de aquél edificio,
a no escuchar nunca más
un "te quiero" de tu voz.
Imperfectos,
llorando con denuedo,
solicitamos el perdón
para el sexo,
desesperados,
rezando mil excusas,
pues, inmaculado estuvo,
siempre,
nuestro corazón . . .!