Todo aconseja
callarlo;
que, decirlo,
sólo traerá desdén;
pero, cuando se detiene
el caudal del alma,
un resplandor sublime
se respira en el aire.
Lucífugas sensaciones
vagan en el espacio azul,
en la soledad y la calma
de la natura cuántica,
hasta alinear tu corazón
y el mío,
en tierna conjunción mágica.
Cual niño travieso,
con celeste superpoder,
me quedo anonadado y quieto
recordando tu sonrisa,
imaginando la inquietud
que sin motivo
prenderá tu pecho
en este instante,
que, a medianoche,
sin poder dormir,
el corazón
se detuvo en el tiempo fugaz
para apretar la distancia
contra sí,
y saber, cuan cerca estás
de acariciar el alma.
Frente al WhatsApp,
al querer compartir
¡tengo que sonreír!
aparece tu chat
en primer lugar;
reír, también, agradecido,
al ver tu última conexión
a un escaso minuto de la mía,
y, cuando
por esas casualidades
del amor,
ambos estamos en línea
me quedo embelesado
sin escribir palabra;
pero gritando enmudecido
lo que el corazón y mis ojos,
seguramente,
ya delatan.
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