lunes, 6 de enero de 2014
Pathos
Justicia.
Me acerco sin prisa
a una puerta que no veré abrir.
Se aherrojan al entusiasmo
translúcidos grilletes,
férreas mordazas.
Las cosas transcurren como siempre.
La ruta al trabajo trae consigo,
esa cotidianidad que conocemos tanto;
ése tráfico que se traga nuestro tiempo
despacio.
Un golpe de suerte,
hace que se desate lo enmarañado;
lo arduo y difícil,
con un soplo de viento,
entra fácil a su cauce;
o será lo que decía Nietzsche:
“para que venga lo mejor
debe ocurrir lo peor.”
La geométrica ciudad
vocea colores y estridencias.
Sobre el gentío del césped,
los tallos de las margaritas
resisten el correr alegre de la brisa.
El sol enciende todas sus luces y reflejos.
¡Qué distinto es nuestro problema hoy!
Aquello que nos hiriera el corazón,
lo vemos ahora exento de dolor.
Hundido en este mar de silencio,
los lloriqueos desesperados,
son un acontecer mudo,
que no nos concierne ya
ni una milésima de segundo.
Se aleja como un objeto,
entre nebulosas,
el secreto espejo de las 10.
Cerúlea y soleada mañana
más allá de la brisa o la luz
sin sentimientos ni obligaciones,
con sólo derecho a ser
en el éter sin conciencia.
Cuando casi todos trabajan
es grato andar por la urbe;
la claridad esplende y dibuja
cada aspecto de la ciudad moderna.
El pulso joven se enfrenta
a la inmensidad del aire,
nuestro cuerpo caliente
hiende marejadas de brisa.
La ciudad está tranquila,
aquí no hay tremebundos atilas
que siembren la muerte como en Siria;
aquí no hay drones, que con sus metrallas,
hagan añicos la diáfana claridad
de cualquier mañana.
Una tertulia en una esquina,
muy lejos de Oriente o Norteamérica,
suele darse entre ficus y poncianas,
abedules o palmeras.
Los geranios se agolpan en las lindes.
Si hubo aquí algo de violento
fue un automóvil moderno
corriendo mullido y silencio
a velocidad del viento.
Si hubo algo de insidioso
fue la licra ceñida de una chica,
amoldándose perfecta
a los cantos de sus lomas;
mi subjetividad besaba
la exquisita beldad de su cuerpo.
Calles y avenidas se angostan
hasta difuminarse en la lejanía.
La gente en esta parte del mundo
apaciblemente transita;
será, me digo,
porque no tenemos tanto combustible
como los abusados Irak y Libia;
porque el agua aún no escasea tanto,
y no es, todavía, con la selva,
una riqueza a arrebatar.
El puñado de ricos que nos gobierna
aún lo tienen todo para vestir y almorzar;
y su única preocupación, es conseguir más dinero
imprimiéndolo o estafándonos;
o llevándonos a una guerra patriotera
cuando nosotros PODEMOS VIVIR EN PAZ.
Un OVNI se detuvo sobre mí.
Iba despacio.
Yo en moto, observándolo.
Hasta que, en un triz,
se alejó.
Como si de pronto se hiciera pequeño,
se hizo un punto de luz
en la nocturna vastedad del cielo.
Se alejó a tanta velocidad
que me infundió temor;
viéndome tan indefenso,
sorpresivamente,
huyó o me despreció.
Habrá pensado:
“¡un humano!
con tantas ojivas nucleares
como para desaparecer cualquier mundo extraño;
¡huyamos!
¡que no sepan nuestra tecnología...!
no vaya a ser que la usen para destruirnos
o peor, todavía,
para como a sus mismos congéneres,
esclavizarnos …!”
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3 comentarios:
joe, es bueno, me gustó
felices dias venideros y prósperos
muy bueno como siempre! gracias por tus deseos y sabes que te espero cuando quieras y te doy el tour prometido jaja
besos
“Para que venga lo mejor debe ocurrir lo peor.”
Ya ha ocurrido tanto... ¿Más todavía? Si, somos "Homo homini lupus" y tu entre líneas lo dejas entrever muy bien.
Millones de gracias por tu bella felicitación en mi blog que agradezco enormemente.
Un gran abrazo y feliz año. Me encantaría que todo se viera con mayor optimismo entre los hombres.
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