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martes, 24 de abril de 2018

Convicto y confeso




Retrospectivo,

acúsome de haber reído;

de haber dejado mi andrajo de sufriente

sobre la vereda;

para que la luminiscencia áurea del sol

incendie de luz mi veste de infortunio.



Mirando más allá de la distancia,

tu mirar significa siempre otro cielo.

Acúsome de haber sido dichoso

apoyando mi alma

sobre el menguante de sus sonrisas.


(¿Cómo es posible llenar el gran vacío del ser

con tu sólo espectro?)

Una sensación dolorosa de paz

se irradia en mi pecho.

Porque fui feliz,

este recuerdo me sacia lánguidamente,

hasta hacerme sufrir. . .!



Siendo un punto en el laberinto urbano

puedo ir hasta la cornisa del edificio más

 alto

o bajar hasta la humilde sombra

de un papelucho que alguien dejó tirado.

Todo sin sus manecitas en mis manos;

sin sus preguntas pidiendo

les simbolice el mundo.

(Cuando quizás el dios, no era yo)



Cuando llegue el instante en que descubras

que siempre has estado solo,

será necesario que tengas atesorado

trozos de sol roto recortando la ciudad.

Quiero decir,

una bolsa mental de dichas;

unas piedras coloridas y lavadas,

redondas ya a fuerza de ir y venir

con el oleaje del mar . . .



Esa margarita que me ofreció Michelle

estará bien;

ese cuento que hiciste niñín

será excelente, Jordan,

para cuando la vida cierre ante nuestra

sonrisa,

su fúnebre telón . . .



Acúsome de haber sido dichoso

y de haberme robado de tanta hambre

mendrugos de tu ilusión;

acúsome de haber soñado

y de enseñaros a soñar.

De haber guardado instantáneas de dicha

cuando ustedes,  hijos queridos, 

reían conmigo hasta la eternidad.



Acúsome de haberme quedado dormido

protegiendo su más pura inocencia;

aquella que rompía a reír desesperada

cuando, al fin de la cuenta,

Michelle, empezaba a buscarte;

y tú, riendo de los nervios,

corrías a sus brazos ¡a refugiarte . . .!

Constelaron de festejos y alegrías para

siempre,

lo que yo sólo conocía como noche.

Acúsome de haber sido dichoso.



Acúsome de cantar imitando sus voces,

de sonreír recordándolos;

y repasando nuestros divertidos juegos,

reír como loco a solas,

cuando nadie me está mirando.



Acúsome de tenerlos en una prisión mental,

secuestrados;

apartados del tiempo y la realidad;

¡siempre niños! ¡siempre niños!

(para mi propia felicidad. . .)




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